Como todos los días, guardando las apariencias, engancho el
recorrido al trabajo por la calle lateral a mi portal. Descendiendo por la
cuesta que lleva a mi casa, pero hacia la parada del metro, me encuentro
primeramente con la panadería para comprar el remanido croisante con jamón y
queso, y a palo seco lo trago en los 50 metros que me faltan para llegar a la
boca de metro.
Verdaguer tiene el aire de haberse paralizado en los 80, con
alguna que otra intromisión contemporánea en algún escaparate pero nada más. Lo
atractivo de la zona es eso mismo que a la vez que da nostalgia, da rabia
porque me hace sentir la edad de una vida que no viví, A mis 15 años aún vivía
en Buenos Aires y no tenía idea de ninguna otra realidad.
Ahora creo que la realidad de aquí y allá es la misma que en
todos lados. La moneda corriente es crisis y la crisis es causa común entre
despojadores y despojados. Unos cobrando las culpas propias a los otros que no
encuentran sosiego en derecho alguno de moverse como peces en el agua. En
realidad nos están dejando en una orilla enlodazada, con las branquias
dilatadas secándonos al sol y aleteando en la desidia de los poderosos que se
divierten inventándonos guerras, compromisos económicos; presas de sus berrinches
capitalistas.
Volviendo al tema del diario devenir, me encuentro con que
el metro está paralizado hace 35 minutos en Sagrada Familia y no tiene visos de
reanudar la marcha. Ya nos están jodiendo el plus de presentismo de este mes, y
para colmo, las taquillas automáticas no emiten constancia de retraso del
servicio. Así que solo queda esperar o salir a la carrera de un bus que no hará
las veces de velociraptor. Un aparente como yo, empieza a cabecear contra una
columna y tomando impulso, se lanza a la carrera entre la multitud y se hace
con dos o tres bolsos y mochilas, saltando los molinetes ante la sorpresa de
todos los adaptados al sistema. A nadie se le ocurre pensar en la posibilidad
de hacer lo mismo, empiezan los gritos y la cacería del zorro se despliega por
todo el andén hacia ese monstruo voráz que en este caso es el carterista.
Y si todos nos lanzáramos tras su cometido, en lugar de tras
el? Yo entraría por ejemplo al banco, retiraría mis dinerillos, y rogaría al
cielo que todos lo hagan. Para mi sorpresa, vería cómo una larga fila de gente
hace lo mismo y comenzaría a notar los nervios de los empleados, que se
contagian en tiempo record de la ansiedad. Empezarían a sonar los teléfonos
comunicándose entre sucursales, avisando el fenómeno, empezarían a cerrar las
ventanillas, y la gente se apelotonaría reclamando su dinero. Es sabido que en
los cajeros y sucursales no hay dinero disponible en contante para desembolsar
todo lo que dicen manejar a diario, así que el sistema petaría en cuestión de minutos.
Alcanza el sueldo que cobramos para vivir hasta fin de mes y
poder ahorrar algo para unas vacaciones? Si no es así, pues entonces tendríamos
que dejar de asistir al trabajo el mismo día en que se agota el dinero en
nuestra cuenta, cada mes, y decir que ya no podemos ni pagar el ticket de metro
para llegar. Seguramente que al día 10 de cada mes, las cafeterías,
restaurantes y demás servicios, quedarían desiertos de empleados, y llenos de
clientes autoserviciales obligados. Las fábricas dejarían de producir también a
los pocos días de mes y no tendríamos productos que comprar. Lo cual sería una
manera de ahorrar y tal vez de darnos cuenta que hay un montón de cosas por las
que pagamos y no necesitamos. También tendríamos más tiempo de cocinarnos a
nosotros mismos, disfrutar de tiempo libre y ser felices con las tareas que nos
reconfortan y nos hacen sentir vivos como el tiempo compartido con los
nuestros.
Creo que esto ocurre en mi cabeza, porque la siguiente
imágen en el andén del metro es una ola de gente gritando y corriendo atrás del
empeñado ladrón, y lincharlo en el acto.
La carnicería es elocuente, no basta con atraparlo,
reducirlo y llamar a la guardia urbana para que lo arreste, también hay que
patearlo, pisarlo, insultarlo, escupirle encima y verlo sangrar en los
escalones que miran justo al monumento
en Sant Joan y Diagonal. La orda incontenible se autolesiona, no solo
atacan al que está en el suelo, hay otros que se empujan a drede y descargan
furia sobre alguien más débil que él. Un hombre empieza a pegarle a otro de
gafas que se muestra más enclenque, mientras que éste se aplasta contra un par
de nenes atrapados en la masa. No hay manera de parar. Seguramente el ladrón
sera cadáver en poco rato, mientras gente que pasaba por ahí, también aprovecha
su momento de descargo y empalma furia con furia. Claro que también pasan
motoristas y automovilistas que no pueden pasar por las calles, unos suben al
paseo, pateando gente para que dejen pasar su rugiente moto, alguna pierna
terminará pasada por encima, y los automovilistas, acelerarán para empujar
metal contra carne y abrirse paso.
Las redes sociales también participan y se empieza a dar una
especie de flashmove o como se escriba, en otros puntos de la ciudad. Jaume I es otro punto de conflicto, con CC OO enfrente pareciera que esto es un
festín de sangre, todos tenemos la posibilidad de cruzarnos con un enemigo
instantáneo, de estos que aparecen como la sopa en una taza a la que le echas
agua caliente y se transforma gracias a un sobre en tu almuerzo. De la misma
manera te encuentras con el enemigo enfrente y como si se replicaran, todos
emprenden la guerra mientras otros transmiten imágenes por redes sociales. De
repente la nación está envuelta en revueltas sangrientas. Lo triste es que entre
tanta furia, hemos confundido al amigo con el enemigo. Los despojadores de los
que les hablé al principio siguen siendo los artífices y también los
espectadores. Ninguna gota de sangre se derramará de sus privilegiados cuerpos,
infames pero inmunes a todo dolor.
Parece ser que o no estudiaron historia o se inmunizaron
ante todo y no creen capáz de que pueda volver una toma de la bastilla, ni un
fusilamiento de zares, ni semana trágica, ni caída de roma, ni desaparición de
egipto, las minúsculas son deliberadas. Porque puede que esta vez, las fuerzas
armadas apunten hacia el capitolio, hacia la zarzuela, hacia la troika, y puede
que escoltas decapiten sultanes, se bombardeen bilderbergen a malsalva y desaparezcan casas reales y se ventilen
aposentos pestilentes de generaciones y generaciones alimentadas con los
despojos de sus pueblos, que heden alientos putrefactos.
Alguna vez tendríamos que detenernos a pensar en
desarticular el engranaje que compone este sistema de relojería tan
anquilosado, lubricado con manteca humana. Y que seguimos a rajatabla por
miedo.
Saverio Longo
Amsterdam 17 de abril de 2013
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