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Amsterdam, Noord Holland, Netherlands
Comienza su carrera artistica en 1984. En 1992 se licencia por la ENBAPP (Buenos Aires) como Profesor de Escultura. Estudia teatro, escritura, fotografía y vestuario teatral. Finalista en poesía en las Bienales de Arte Joven (1994 y 1996); Publica poesía (Antimusa, Ed.Nueva Generación, 1993). En 2001 realiza con la artista Marcela Jardon, la instalacion “Den-city”, EME3 (CCCB, Barcelona). En 2002 realiza exposición en galeria Black (Barcelona): Libros Objeto y collage fotografico. Entra en contacto de lleno con la filosofía New Age casando así con sus vertientes opuestas bdsm y bondage. Colaborando desde 2008 con el artista Lluis Braxter NEO-CORTEX, o el fotógrafo Tentesion, en el campo de las performances. Asimismo empieza a trabajar con Maria Cosmes, llevando su propuesta conjunta (performance”El Teixidor”) al Grimmuseum de Berlin, 06/10 y en Antigua Casa Haiku, 09/10, Barcelona. En Abril de 2010 colabora como actor en trabajos teatrales de los artistas Tamara Kuselman y Daniel Jacoby, L’Estruch de Sabadell.

zaterdag 13 juli 2013

Recojer el guante

Habían pasado ya dos semanas desde que lo habían internado de urgencia en la residencia rural, por un fallo motor, producto de graves tensiones emocionales.
Con aparente mejoría y aún con tratamiento farmacológico le dieron el alta y la recomendación de ser asistido las 24 hs. por un enfermero especializado en pacientes con problemas motores.
La reacción fue de rabia e impotencia. Apenas podía levantarse de la silla y caminar con un trípode bajo la atenta mirada del enfermero que tres veces diarias lo sometía a ejercicios de rehabilitación.
Así habían transcurrido ya tres semanas más desde la vuelta a casa. Lo visitaban a diario su cuñada y sus sobrinos. No contaba con el apoyo de su hijo que vivía en el extranjero hacía un lustro.Tampoco lo hubiera esperado. Sabía que su hijo no se fue solo por estudios. Tras muchos años de peleas, había tomado la decisión de alejarse de su padre y hacer su vida desde cero como un paria sin pasado.
Al mes siguiente, nueve semanas desde el día que lo internaron, recibió por e-mail, la noticia de que Julio Diestres, su hijo, había tenido un accidente cerebrovascular mientras dictaba cátedra en la facultad de ingeniería de la Universidad de Barcelona. Apenas si sabía que su hijo estaba en España y ahora se enteraba que yacía en un hospital sin más visitas que sus alumnos y colegas de la facultad.
Alguna vez hubiera querido verlo antes de morirse pero siempre lo había dejado para más adelante. No podía entender cuáles habían sido esas diferencias tan graves que lo habían dejado sin hijo, sin nietos, sin compañía. Y tal vez ya no lo supiera nunca. Cojió el guante que le echaba a la cara el destino y decidió en su estado calamitoso, viajar al viejo continente para ver a su hijo y traerlo de nuevo a estas tierras.
Parece que la vida nos reúne a padre e hijo en la escena de los tullidos, hijo mío- Le dijo a un Julio inconsciente y entubado en la camilla del hospital del Mar donde yacía.
Un duelo para el que no estaba preparado. Un baile del que no sabía los pasos y tenía que improvisar si quería seguir bailando.
El guantazo al ego que los había podrido por dentro, estaba ahora tirado en el suelo, fermentandose aún más con las lágrimas que vaciaban sus ojos de orgullo. Solo dolor y poca vida por delante lo aferrarían a un hijo que presente, seguía lejano en un coma sin fin, y con pronóstico reservado.
Tras dos meses, Julio comenzó a balbucear algunas palabras, la vista no la recuperaría nunca pero la mirada dura e impenetrable la sostendría siempre que escuchaba la voz de su padre, quién había hecho los arreglos para quedarse ya definitivamente en Barcelona, al cuidado de su hijo en su casa del Eixample, donde asistía a diario un enfermero y el kinesiólogo que mantenía a su hijo activo físicamente, con masajes y ejercicios de rehabilitación.
Hacía décadas que no escuchaba hablar en catalán. La burla del destino le jugó con su hijo, lo que él jugó con su padre. Cuando con 17 años salió airado de su Girona natal y se subió a un barco que lo cruzó al otro lado del charco para nunca volver ni preguntarse por su pasado. Formar una familia nueva, propia, que por algún motivo incierto, indefinido, lo había traído de vuelta a reparar su destino, a perdonar y perdonarse. La vida no tiene reconciliaciones gratas. Siempre golpea duro, atraviesa el corazón y si uno es capáz de entender, entonces sobrevive para contarlo.
Se quedó con su hijo y ambos pasean por las calles de Barcelona, Enric Granados es una de sus preferidas, sobretodo llegando a la plaza Letamendi donde está El Pampero, se piden unas empanadas y escuchan unos tangos, el viejo con su bastón trípode y el joven en su silla de ruedas.

Amsterdam. 10 de julio de 2013

Saverio Longo

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