De qué escribimos cuando queremos
escribir? Hay diferentes modos de dirigirse a un lector, o a todos, pero lo
fundamental es ser sincero y tratar al lector como un ser inteligente, sino se
daría el caso del escritor mentiroso y despreciable.
Conocer el caso de Julio
Abrezante es muy esclarecedor.
El tipo escribía siempre
escuetamente en una columna de un matutino gratuito que se reparte en los
subtes y colectivos, anche en las entradas de algunos cafés y bares. No
trabajaba a destajo, lo que se dice a destajo, apenas parpadeaban sus artículos
dos o tres veces por semana.
Una mañana frente al bar de la
esquina, estaba esperando el colectivo y alguien, para su desgracia, lo reconoció. Le dió una
palmada en el hombro a la vez que nombraba su nombre completo delante de otros
que esperaban también el colectivo. Él se sorprendió con el saludo pero era un
amigo de toda la vida que no veía hace mucho tiempo. Decidieron tomar un café y atrasar su viaje
en colectivo para ponerse al día con sus vidas.
Pero un hombre que estaba en la
parada, los siguió hasta la mesa del bar y le preguntó si realmente era Julio
Abrezante. Él respondió que sí, y le preguntó a quién tenía el gusto de
conocer, a lo que recibió como respuesta, un puñetazo tan fuerte que lo arrastró
con la silla hasta la pared y su cabeza rompió el vidrio de la ventana. La
letra B de bar, quedó incrustada en su sien izquierda, mientras el agresor se
dió a la fuga.
Entre lo dantesco de la
situación, el hombre atinó a decir a su amigo- Decile a mi mujer que la sigo
queriendo. Agarrá mi celular y avisale.
Su amigo hizo lo que le pidió
mientras entre gritos pedía una ambulancia al mozo del bar, aunque todo era ya
inútil para su sobrevida.
La cuestión es: qué hacemos con
las palabras que escribimos, somos conscientes de sus efectos? Tenemos que
tener miedo? Sentirnos orgullosos? Reirnos de nosotros mismos? De los
demás?
Sólo una acotación al margen.
Julio Abrezante es el pseudónimo de un periodista inescrupuloso que cuenta
entre verdades e inventos, sospechas y nunca confirmaciones, bajezas de los
humanos, con ejemplos reales.
El agresor se topó con el
homónimo de aquel periodista y se cobró la vida de un inocente que nunca había
tocado siquiera una máquina de escribir.
Saverio Longo
Amsterdam 11 de junio de 2013
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