La llegada
Con esto del embarazo se complicó
todo. Ahora no voy a poder seguir trabajando de lo que quiero, ni donde estoy.
Voy a tener que mudarme a la provincia, porque el trabajo de mi marido es mucho
mejor remunerado que el mío y como no voy a poder trabajar por largo rato,
además cómo voy a hacer para cuidar al bebé, sola mientras él trabaja a 1500 km. de distancia. Buenos Aires es maravillosa, pero tampoco por eso voy a jurar que para un bebé sea maravillosa. Acá todo es más deshumanizado que en el interior.
Salta no es una ciudadcita, también hay que decir que es como Buenos Aires. Y
allá las diferencias sociales son casi más marcadas que acá. El peso de la
iglesia allá es refuerte. Además después de ser madre me va a costar más
encontrar un trabajo sin que me señalen como la porteña desalmada que prefiere
trabajar antes que cuidar a su hijo.
La verdad que no sé qué está
bien. Si pienso en lo práctico tendría que aceptar la mudanza definitiva a
Salta y listo. Mi marido es divino pero también estamos cómodos así, después de dos años la relación es casi
más cercana. Él viaja una vez por mes acá y yo hago lo mismo una vez por mes
allá. Con esta manera mantenemos una buena relación de pareja sin que
interfieran ni la ropa tirada en el suelo, ni la tapa del baño levantada o
bajada, ni cosas así que son manías de
cada uno y que todos los días al final suman o restan, según el humor de los
dos. Eso lo evitamos con la distancia y entonces cada 15 días somos felices. Además
nos extrañamos más y tenemos la sensación de vivir en eterno romance.
Un bebé ahora, es raro hasta
pensarlo. Siempre me gustaron los bebés, pero después crecen. Con Sonia somos
amigas desde la secundaria. Nos encantaba salir juntas, aunque las otras chicas
no quisieran o tuvieran que hacer otra cosa, nosotras nos arreglábamos para
salir juntas, o pasar toda la tarde tomando mate o ir a una feria. Ahora es mama de dos nenes divinos, Matías de
3 y Lola de 5, yo soy la madrina de Lola. Tampoco me arreglo mucho cada vez que la voy a visitar, me dí cuenta
que se sentía mal y siempre se estaba disculpando conmigo por estar desgreñada,
en pantuflas, claro me dí cuenta que este cambio apareció cuando llegaron los
nenes a su vida. Además Carlos no es el padre moderno que ayuda en casa y ella
dejó la carrera para casarse, después llegaron los nenes.
Yo me dije que no sería mi caso,
claro que me case mucho más tarde, ya había terminado pediatría y conocí a mi
marido mientras hacía las prácticas en el 2005. Pasaron años y siempre que
hablamos de bebés era para más adelante, cuando acabáramos con la hipoteca,
cuando lo ascendieran a él en el trabajo, cuando me hicieran fija a mi, después
lo trasladaron al NOA, después vendimos la casa y compramos el departamento,
después es ahora con ocho años más cada uno y dos semanas de retraso que
tendría que llamarlo 6 semanas de gestación. Todavía no lo sabe nadie. Tuve
siemrpe razones para no ser madre aunque Sonia me decía lo felíz que era con
sus hijos, nunca me lo creí para mi misma. Quién manda que ser madre está
mandado? Lo que más rabia me da es que siempre nos cuidamos. Para que yo
descansara de las pastillas, empezaba a cuidarse él, nos alternábamos la
responsabilidad pero algo falló la última vez. Y acá estoy con el dilema de
seguir adelante o no, justo yo que trabajo con nenes y bebés todos los días,
cuidándolos, recetándoles medicación en el hospital y el consultorio, hablando
todo el tiempo con los padres del crecimiento, las etapas, los cuidados, dando
recomendaciones, consejos, y ahora estoy justo del otro lado, aunque aún no lo
sepa nadie, ahí está esperando nacer.
Era cuento lo de la dulce espera.
Algo la hace eterna e insoportable, ya estamos en otoño y la verdad es que
desearía que fuera septiembre. La diferencia entre la pera y el tren es que la
pera es pera y el tren se espera, pues lo mío es un tren.
Hoy atendí a un nene divino que
se llama Carlos, su mamá es tan dulce con él, que me pregunto si esta panza que
tengo me dará un nene así de soñador y cariñoso como Carlitos. Mi marido se
llama Alberto y está tan felíz! No pensé que a pesar de las complicaciones iba
a cambiarle tanto el humor, no es que sea hosco pero de haber sido siempre un
ser práctico ahora se ha vuelto un ser ansioso y nada previsor, todo le parece
color rosa, creo que no entiendo a los hombres, cuanto más se necesita la mente
fría, más se ablandan, igual no lo culpo, la verdad es que de los dos, él es el
que más quería ser padre y verme como madre. Hasta pidió de nuevo el traslado a
Buenos Aires pero está difícil, porque volvería a un puesto menor y volver a
empezar, cosa con la que no estoy de acuerdo.
Salta es bonita, pedí una semana
en el hospital y estoy pasando los últimos días de agosto más cálidos y menos
húmedos que en Buenos Aires, esto me alivia un poco y Alberto está tan atento a
mi, que me siento una reina. Casi no me deja ni cocinar. Hoy me llamó para
decir que me preparare, que en cuanto llegara nos íbamos directo al centro a un
restaurante a la vuelta del Cabildo donde hacen un locro suave con un toque más
salteño, bueno, la verdad que no sé cuál es ese toque pero allá vamos. El cielo
de acá es de un azul tal intenso que mirarlo me lleva a un lugar de paz y
felicidad. Siento que este es un buen lugar para vivir.
En el restaurante empezamos como
siempre con unas empanadas y una humita de choclo dulce. Alberto me preguntó
qué me pasaba porque de repente debo haberme puesto pálida. El señor de la
barra nos miró y se acercó a preguntar si estaba todo bien. Dijo que había
tenido que asistir a su señora dos de las veces que fue madre, y que tenía
experiencia, que no nos preocupáramos. Mi marido llamó a la ambulancia del
seguro y mientras llegaba, también llegaba con todas sus fuerzas y mis dolores
increíbles, a los brazos de este señor y en el suelo del restaurante, una bebita
impaciente y preciosa llamada Carla.
Saverio Longo
Amsterdam, 9 de
agosto de 2013
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